Antes de conocer el mundo de la discapacidad, tenía ideas preconcebidas sobre el mercado de empleo para personas con discapacidad. Ideas preconcebidas totalmente erróneas, por supuesto. Cadenas de producción de tareas totalmente rutinarias, o determinados puestos en empresas que han de cumplir con un cupo en su plantilla de personas con discapacidad.

Ahora tengo el placer de participar en distintos foros que tratan este tema. Reuniones de agentes y sociedad civil tratando de hallar conclusiones y proponer mejoras para la integración laboral de personas con discapacidad.

Pero al igual que yo tenía ese tipo de ideas preconcebidas, me doy cuenta que gran parte de la sociedad también las tiene. Es algo natural. No creamos una opinión formada y argumentada sobre un tema hasta que no buceamos en él y nos damos cuenta de la realidad que lleva aparejada.

Hablo con personas adultas con discapacidad, y todas me hablan de lo difícil que es encontrar un puesto de trabajo. Si en estos tiempos que corren, encontrar un empleo es complicado para cualquier persona, el hándicap de una discapacidad hace de ello una tarea titánica. Personas que, cuando hace años se encontraban en su periodo formativo, la sociedad no les dio herramientas para formarse en lo que realmente desearan.

Evidentemente, todas las personas tenemos que ser conscientes de nuestras limitaciones, de cualquier tipo. Pero, dentro de nuestras limitaciones, nadie tiene derecho de limitar los sueños de otra persona.

Por ello, después de llevar un tiempo trabajando sobre este tema, en los foros en los que participo me centro en lanzar dos ideas:

1. integración laboral de los niños con discapacidad empieza HOY: como sociedad tenemos la obligación de ayudar a desarrollar el potencial de cada persona. En el caso de personas con discapacidad, ayudando a su desarrollo social, funcional y formativo. Conociendo y facilitando el acceso a todo tipo de ayudas técnicas o desarrollo tecnológico que permita que personas con discapacidad puedan desarrollar tareas antes inimaginables. Hace 20 años nadie imaginaba a una persona sorda hablando por teléfono. Hoy eso es posible. Y si ese niño sordo tiene acceso a la tecnología que le permita hablar por teléfono, habrá derribado una barrera de su futura integración laboral.

2. Poner en valor la diferencia: la persona con discapacidad tiene que formarse. En lo que desee. Pero tener una cualificación es esencial para cualquier persona hoy en día. Equiparado ese punto, tenemos que conseguir que la discapacidad sea un valor. Por ejemplo, si nuestra hija es sorda y usuaria de implantes cocleares, ¿qué empresa fabricante de implantes cocleares no la querría en su plantilla si tiene la formación adecuada? Son miles las empresas que trabajan para solucionar problemas de personas con discapacidad. Y todas esas empresas necesitan users experiencers, product developers o customer services. Y no se me ocurre candidatos mejores a esos puestos que personas que tengan la discapacidad para la cual trabaja dicha empresa. En ese caso, la discapacidad sería un valor indiscutible.

Imaginemos en nuestro país a una persona con una determinada formación que posee la “diferencia” de hablar iraní, por ejemplo. Imagino que sería una pieza valiosa para empresas que trabajen con Irán en import-export. Esa “diferencia” le da un valor incalculable a esa persona.

Tenemos que conseguir para las personas con discapacidad que se valoren sus “diferencias”.

Y para ello tenemos que concienciar a los familiares, asociaciones, instituciones, colegios, formadores. Es una cadena, y todos tenemos que aportar valor a esa cadena para que una persona con discapacidad tenga lo que todos deseamos para nosotros mismos: independencia y libertad.

Nosotros vamos a seguir luchando por conseguir todo esto para nuestra hija y todos los niños con discapacidad. ¿Os apuntáis a echarnos una mano?

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Sinopsis:
A veces la vida te cambia en un segundo. De repente, todo se desmorona. Aparece el miedo, la negación, la desesperación, la rabia. A Loles Sancho le ocurrió cuando le dieron el diagnóstico de su hija Aitana: hipoacusia profunda. Fue en ese segundo cuando la vida le cambió… pero a mejor. Porque decidió superar el miedo, la negación, la desesperación y la rabia. Y lo consiguió. SOS Mi hija es Sorda es una historia de superación, de lucha, de lágrimas y de felicidad. Loles Sancho tuvo que aprender a vivir de una manera diferente. La discapacidad de su hija le hizo superar su obsesión por el trabajo y la perfección. El running le dio la fuerza que necesitaba para emprender la lucha por el bienestar de su hija. Y su marido y gran apoyo, Javier, le dio la paz necesaria para  entender que hundirse no era una salida. El libro de Loles Sancho no es una historia de discapacidad, es una historia de fuerza, de lucha, de sinceridad, de amor incondicional y emociones desbordadas. Es la historia de una mujer que hizo frente a la adversidad mirándola de frente.