Parece que fue ayer cuando implantaron a mi hija Aitana y ya han pasado más de 5 años. Lo que hace tiempo se nos hacía una montaña hoy se ha convertido, en nuestro día a día, en algo cotidiano y familiar.

Tanto para nosotros como padres, como para Aitana, los implantes cocleares son uno más en la familia. Son nuestro complemento perfecto para cualquier día del año. Tanto es así que hasta Aitana no puede separarse de ellos, los cuida, los mima y hasta les habla de vez en cuando. Y además,  ya nos gasta bromas al respecto.

Hay días, por la mañana temprano, que si yo no me doy cuenta de que lleva los implante y comienzo a hablar haciendo gestos, escribiéndole en un papel para comunicarme con ella (porque no somos usuarios de lengua de signos, por el momento) ella me sigue el rollo. Trata de engañarme haciéndome pensar que no escucha nada (su pelo, al llevarlo largo, tapa sus orejas y no veo si está conectada o no), y cuando ya me ve apurada me dice:

“Mami,  que llevo los implantes!! Te he estado escuchando perfectamente” ( y se ríe a carcajadas)

Desde hace unas semanas, antes de irse a dormir o antes de baño escuchamos que dice:

“Desconectando audición en 3,2,1 ……”

Ella es completamente consciente de su peculiaridad, e incluso ha conseguido diferenciar en qué momentos se siente a gusto con esa característica especial, y en qué momentos desearía no ser sorda.

El momento del baño es para ella, como para todo el mundo, un momento de relajación y desconexión. Pero Aitana, en ese momento, ha conseguido interiorizar el placer que le supone tumbarse en la bañera, sumergirse en el agua caliente, y sentir el más absoluto silencio. Me encantaría tener esa sensación. Paz, silencio, absoluta relajación. Y ese momento es tan especial para ella, que hasta es capaz de quitarse sus implantes con esa pequeña broma.

Luego, por supuesto, están aquellos momentos en los que desearía no ser sorda. Sin ir más lejos, recientemente estuvimos en una fiesta en su cole. Era un domingo por la mañana, y hacía un sol radiante. En un determinado momento, los profesores dieron paso a la gran sorpresa de la mañana: Una fiesta de la espuma!! Mientras un cañón soltaba un río de espuma, un profe tenía una manguera con la que iba refrescando y limpiando la cara a los alumnos. En esas condiciones, y siendo por sorpresa, Aitana tuvo que quitarse los implantes para meterse en el círculo de espuma. Y ahí se desconectó de las risas de sus compañeros, de los gritos y del ambiente festivo de todos los que estábamos allí.

En ese momento, hubiera deseado no ser sorda.

Pero a todos nos ocurre que, a medida que vamos creciendo, somos conscientes de nuestras características y peculiaridades. Y hay ocasiones donde nuestras características especiales nos ayudan, y otras donde nos dan un poco de guerra. Imaginad una persona que mida 2 metros. Su característica especial le ayudaría muchísimo a jugar al baloncesto, por ejemplo. En cambio, para encontrar ropa es un hándicap.

Eso es lo que le ocurre a Aitana. A la hora del baño, comienza su momento especial. Se quita los implantes con esa broma que ella ha inventado. “Desconectando audición en 3, 2, 1…”

Esto es algo que nos hace mucha gracia a todos, a la que más a ella. Es una forma  divertida de quedarse en absoluto silencio, desde mi punto de vista, muy beneficiosa para ella y para el resto de personas que le rodean. Ella tiene la capacidad de hacer bromas con su sordera, y eso demuestra aceptación. Y la aceptación de cómo somos es una parte fundamental de nuestro desarrollo como personas.

¿Cómo ha llegado Aitana a conseguir bromear sobre su sordera? Ya os digo que es en ocasiones.

Creemos que es porque en casa siempre hemos tratado la sordera como algo natural. Una característica más que poseen las personas y que ella la adquirió desde que nació.

Otra de las cosas que hemos comentado en casa muchísimas veces con ella es la suerte que tiene de poder desconectar del sonido cuando algo no le interesa o cuando necesita relajarse. Le decimos que nosotros hay noches que no podemos dormir porque hay ruidos en la calle y que vamos a su habitación cómo duerme ella y nos morimos de envidia. O, que nos gustaría poder sentir lo que es llevar un implante coclear pero que nunca podremos hacerlo.

Son pequeñas cositas que tanto Javier, mi chico, como yo llevamos interiorizadas y que nos salen de manera natural, pero creemos que han contribuido a que Aitana hoy diga:

Desconectando audición en 3,2,1

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