Hace unas semanas os contaba a cerca de las Trepidantes aventuras de peinar a una niña con implante coclear. En ese post os hablaba de cómo me sentía yo cuando me enfrentaba a las trenzas de boxeadora que me  pedía mi hija. Pero hoy no quiero hablaros de mí, quiero hablaros de cómo se siente Aitana cuando no puedo llevar los peinados que ella desea, o los peinados que llevan sus amigas.

Esto que os voy a contar aquí, es mi experiencia, es como lo vivo yo con Aitana. Es mi experiencia personal que no tiene porque ser igual que la de otras familias ni puedo generalizar.

Bueno, pues a lo que iba. Aitana, como muchas  otras niñas de 8 años, desea tener un pelo largo con el que poder hacer multitud de peinados diferentes. Cada día me pide que le haga un peinado diferente, y  por las mañanas (afortunadamente no son todas) llega a su máximo nivel de frustración y angustia.

¿Por qué lleva a Aitana a su máximo nivel de frustración en el momento de peinarse?

Porque sus implantes le impiden lucir sus peinados preferidos. El procesador que está detrás de la oreja, el cable que cruza un buen trozo de la cabera y la bobina que va imantada a la cabeza son obstáculos, lo suficientemente manifiestos, como para no poder hacer una coleta sin dificultades.

Cuando por las mañanas estamos a solas en el baño y le ayudo a peinarse, hay días que mi hija acaba llorando de rodillas en el suelo gritando: “Malditos implantes” “Yo no quiero ser sorda” “Maldita bobina que se me cae”… y otras expresiones por el estilo.

“Mi hija sufre emocionalmente muchísimo en el momento de peinarse por ser sorda y usuaria de implante coclear”.

Mientras os describo estos momentos se me encoge el corazón porque revivo su dolor y me atraviesa, no puedo evitarlo. Pero con lágrimas en los ojos voy a seguir contando mi experiencia porque sé que a muchos de vosotros os ayuda, y solo por eso vale la pena.

Podréis pensar que es una chorrada ¿verdad? Que si no puede hacerse trenzas o coletas que se haga otro peinado. Claro que sí, yo entiendo que no es vital llevar un peinado u otro, que todo es relativo. El problema es que así es como yo lo siento o como lo pienso yo, pero mi hija Aitana lo siente y lo piensa de otra manera, totalmente respetable, y yo tengo que comprenderla.

Y eso es lo que hago, no le quito importancia a lo que para ella es lo más importante del mundo, sentirse guapa con sus peinados. Trato de ponerme en su piel, de sentir su dolor, de sentir su frustración, porque creo que es la mejor forma de poder ayudarla y de no decir nada que pueda herirla mucho más.

No sé si será lo más correcto, pero ¿qué es lo correcto y lo incorrecto y mas cuando hablamos de sentimientos? Creo que nadie tiene la respuesta porque cada persona lo vive de una manera.

Lo que sí sé, es que Aitana maldice su sordera en estos momentos, se siente muy frustrada, muy pequeña, muy vulnerable y, os aseguro, que saca toda la ira que lleva dentro.

Creo que para Aitana, el momento peinado, es uno de los momentos en los que más le duele su discapacidad. Más incluso que en los momentos en los que  queda sin baterías y deja de escuchar.

¿Cuál es mi papel ante estas situaciones?

  • Trato de empatizar con ella y de comprender su ira, su dolor.
  • La escucho, le dejo que hable, le abrazo cuando me lo pide. la acompaño en silencio porque quiero que sepa que estoy ahí para lo que necesite y que respeto y acepto su dolor.
  • Le expreso que siento enormemente que ella se sienta mal por no poder llevar sus peinadados preferidos, pero que es algo que ninguna de las dos podemos cambiar.
  • Le expreso que para mi tampoco es fácil peinar a una persona con implantes y que enfrentarme a ello me pone tensa y me angustia cuando no sale bien el peinado.
  • Le digo que yo trato de elegir entre dos opciones:
    • Empeñarme en querer cambiar la situación, aun sabiendo que no lo voy a conseguir, lo que supondría más ira y más frustración.
    • Tratar de aceptar que la situación no va a cambiar y aprender a vivir con ella y adaptarme a las circunstancias desde la calma.

Quizás os parezca demasiado teórica, pero en mi caso me funciona. Aitana, ante situaciones que le hacen sacar lo peor de ella ya me dice:

“Mami, se que depende de mi cómo me lo tome porque yo no puedo cambiar lo de fuera, pero es tannnn difícil”

Que Aitana haga este tipo de reflexiones es porque algo está calando en ella.

Y ¿sabéis qué?, que aunque el dolor me atraviese por ver a mi hija sufrir de esa manera tan desgarradora, creo que la vida le está dando a Aitana una gran oportunidad para trabajar en su desarrollo personal. Pero además, la vida cuando reparte, reparte para todos 🙂 y conmigo también está siendo generosa. A mi también me está dando la misma oportunidad.

Y de esto os hablaré en próximos post!!!

Espero que os haga gustado la segunda parte de las Trepidantes aventuras de peinar a una niña con implante coclear.

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Sinopsis:
A veces la vida te cambia en un segundo. De repente, todo se desmorona. Aparece el miedo, la negación, la desesperación, la rabia. A Loles Sancho le ocurrió cuando le dieron el diagnóstico de su hija Aitana: hipoacusia profunda. Fue en ese segundo cuando la vida le cambió… pero a mejor. Porque decidió superar el miedo, la negación, la desesperación y la rabia. Y lo consiguió. SOS Mi hija es Sorda es una historia de superación, de lucha, de lágrimas y de felicidad. Loles Sancho tuvo que aprender a vivir de una manera diferente. La discapacidad de su hija le hizo superar su obsesión por el trabajo y la perfección. El running le dio la fuerza que necesitaba para emprender la lucha por el bienestar de su hija. Y su marido y gran apoyo, Javier, le dio la paz necesaria para entender que hundirse no era una salida. El libro de Loles Sancho no es una historia de discapacidad, es una historia de fuerza, de lucha, de sinceridad, de amor incondicional y emociones desbordadas. Es la historia de una mujer que hizo frente a la adversidad mirándola de frente.